El valor del silencio

El valor del silencio

El valor del silencio

Un hombre paseaba a diario por un camino muy transitado que le conducía a otra aldea. Las personas con las que se cruzaba eran muy diversas: unas eran afectuosas y le hacían sentir bien; con otras, por el contrario, sentía cierto rechazo. Igual le ocurría con las circunstancias diarias de la vida. No sabía por qué estos últimos años notaba que sus pies cada día pesaban más y sus manos eran menos hábiles.
Cansado del murmullo de sus pensamientos y de ir por el lugar de siempre, una mañana decidió cambiar de ruta. Lejos del gentío, le sorprendió el silencio; tanto que le permitió estar atento a los detalles del sendero. Percibió el aroma de las flores, el sonido de los pájaros y admiró la grandiosidad de los árboles.

Al pasar delante de una gran roca vio con sorpresa cómo su mente, que siempre caminaba delante llena de pensamientos, estaba sentada sobre ella ¡Cuántos años habían pasado sin mirarse frente! Cuando la observó detenidamente vio que en sus manos había cadenas, también sus pies estaban anclados al suelo y una nube gris envolvía su cabeza.

—¿Qué te ha ocurrido para que estés así? —le preguntó impresionado.

—Nunca me dejas descansar y me llevas sin rumbo fijo.

—¿Yo? ¿Cómo es posible?

—Pues sí, porque me llenas de recuerdos dolorosos y de angustias ¡Todo me da miedo! Estoy abrumada.

—¡Oh! No me había dado cuenta — contestó apesadumbrado.  Comprendió que esos pensamientos dolorosos le ocasionaban un gran deterioro y malestar. ¡Con esa mente agotada nunca seré feliz! ¡Por fin he comprendido! —Mi querida compañera, no te preocupes, voy a ayudarte. Juntos vamos a salir de esto.

Se acercó sonriente y la abrazó con cariño.  Le quitó las cadenas de miedo y las cambió por ilusión; liberó sus pies de los anclajes del pasado y los calzó con confianza hacia el futuro; por último, sustituyó la nube de dolor por alas de perdón. Esperó pacientemente, mientras sanaba poco a poco sus heridas, hasta que se tornó luminosa y libre. 

En ese momento el caminante sintió una paz inmensa al verla feliz. Su corazón latió fuerte como cuando de niño jugaba a la pelota. Volvió la ilusión recordando los maravillosos libros de aventuras y todo comenzó a brillar de forma diferente a su alrededor. La alegría que sintió le hizo tomar una decisión:

 — ¡Volveremos por el camino de siempre, pero esta vez irás a mi lado!

—¿Y me dejarás descansar?

— ¡Por supuesto! La naturaleza nos dará la paz que necesitamos. Cada día pararemos juntos a descansar. Y si algún miedo, angustia, o dolor, se nos aproxima, te protegeré.

Así fue como emprendieron de nuevo el camino juntos. Se sintió ligero como un pájaro. Llegó la paz a su corazón y eligió dirigir su vida libre de pensamientos dolorosos.   

“Sólo un pensamiento nos limita o nos libera. En silencio, con tu ser, hallarás la paz”



Foto de Fondo creado por jigsawstocker – www.freepik.es

Inma Trujillo
itrupe@hotmail.com
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