Avanzar en la vida es similar al ascenso a la cima de una montaña; los pasos se vuelven más pausados y es necesario prestar atención a cada pisada. El corazón late con más fuerza generando calor en el cuerpo y cansancio. Bebemos agua, soltamos lastre y nuestros sentidos se agudizan.
Cuando la vida se empina y nos cuesta respirar, debemos desprendernos de recuerdos dolorosos y de heridas; perdonarnos y perdonar, contemplar nuestros fallos con compasión, sin juicios, agradecer el pasado y liberarlo de nuestro presente. Entonces, al alcanzar la cima, el paisaje se transforma. La visión se vuelve más nítida, el aire más limpio y la luz más intensa. Quedas tú, únicamente con tu esencia y tu libertad.
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