La división del camino

La división del camino

Dos caballos cabalgaban por un camino que atravesaba un valle. Uno era de carreras pura sangre y el otro percherón, cuya gran corpulencia le hacía capaz de tirar de grandes pesos.

Habían crecido juntos y decidieron realizar largos viajes para conocer diferentes lugares. El caballo de carreras galopaba veloz y admiraba la fortaleza de su compañero. De la misma forma el caballo percherón deseaba ser más ágil y se esforzaba por correr a su misma velocidad.

Pasados unos años,  las patas  del corpulento caballo sufrieron  varias lesiones debido al esfuerzo. Tenía que  realizar paradas para descansar por el camino, cosa que malhumoraba al otro caballo porque tenía ganas de continuar. Y a su vez cuando tenían que trepar colinas empinadas, que exigía tener fuertes patas, el caballo de carreras no las quería subir y protestaba por las rutas elegidas por su amigo.

Un día, llegaron a un camino que se dividía en dos. El de la derecha conducía a un prado en el que pastaban otros caballos junto a un lago,  a los pies de una montaña  escarpada. Y el de  la izquierda, se perdía   serpenteante  en la lejanía.

-Vamos a descansar, si no, no podré continuar–dijo el percherón.

Decidieron bajar al lago y se acercaron a beber. La manada disfrutaba en el prado tranquilamente y se unieron a ellos durante largo rato. En aquel lugar calmó su cansancio, saboreó la comida y disfrutó de la compañía. Mientras, el caballo pura sangre se alejó para galopar alrededor de la laguna a la espera de que su amigo decidiera continuar. Pasadas varias horas le dijo:

  ¡Continuemos el camino, pronto se hará de noche! Llegaremos en pocas horas cabalgando fuerte a la montaña próxima.

Cuando el percherón, pensó recorrer el largo camino sintió cansancio y una fuerza interior lo retenía. Permaneció en silencio unos minutos, y le dijo:

Necesito quedarme aquí largo tiempo y disfrutar de la pradera. Hay buen pasto y buena compañía.

   ¿Cuánto es largo tiempo?

   Creo que mucho tiempo.

    ¿No quieres vivir más aventuras conmigo?

    Si sigo a tu lado, mis patas acabarán destrozadas y a ti te impediré galopar.

     Pero siempre hemos estado juntos…

    Pero yo ya no deseo seguir viajando y  si lo hago, acabaría enfadándome contigo debido al  cansancio. Y tu no serás feliz sino cabalgas porque galopar forma parte de ti. Terminaremos llenos de reproches, en lugar de compartir la alegría.

-¡Oh! No me digas eso. Podemos adaptarnos…

    Respetar lo que es mejor para cada uno, también forma parte de nuestra amistad.

Los dos permanecieron callados largo rato, se miraron y unieron sus frentes mientras sus corazones se despedían en silencio. Juntos se dirigieron hacia la bifurcación del camino y recordaron  con mucho cariño bonitos momentos compartidos.

Así fue como el caballo pura sangre continuó galopando hacia la montaña en busca de nuevos lugares  y el otro se quedó en el prado para disfrutar de ese lugar que le había atrapado por su belleza y por sus nuevas compañías.

“Amar también es dejar ir”

Inma Trujillo
itrupe@hotmail.com
1 Comment
  • M. Mar
    Posted at 20:50h, 28 noviembre Responder

    Qué verdad y que difícil nos resulta. Gracias por recordárnoslo.

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